La hice levantarse para ir al parque más cercano que había, a escasos metros. Nos sentamos en un banco y allí ensucié mis manos con el propósito de ser más explícito, reuniendo un montón de tierra demasiado compacto sobre mi palma y cerrándola levemente.
-Con esto no funciona. Pero así es como se me fue el control -dije esbozando una sonrisa. Su cara fue de asombro-. Quiero decir, que si ves cómo se escurre la arena entre los dedos, sobre todo la de la playa, que cuanto más aprietas para retenerla más se escapa, terminando por perder la fuerza.
+Si, es verdad -contestó aún intrigada.
-Pues así perdí el control, el cuidado que tenía de no enamorarme demasiado... Lo guardaba en la mano fuertemente y según pasaba el tiempo, más se resbalaba hasta que se acabó la fuerza y no pude sostenerlo, perdiendo la cabeza por ti -concluí algo ruborizado.
-Rodrigo Sánchez.